La pulverización del marxismo-leninismo (Cornelius Castoriadis, 1990)

Publicado en Le Monde, 24 y 25 de abril de 1990. La redacción cambió su título por «El hundimiento del marxismo-leninismo». Incluido en el libro El ascenso de la insignificancia (traducción de Vicente Gómez). Versión electrónica que circula por Internet.

La decadencia del Imperio romano duró tres siglos. Dos años han bastado, esta vez sin la ayuda de los bárbaros, para desarticular irreparablemente la red mundial de poder dirigida desde Moscú, sus pretensiones de hegemonía mundial, las relaciones económicas, políticas y sociales que la mantenían cohesionada. En vano se buscará un equivalente histórico a la pulverización de lo que hasta ayer parecía una fortaleza de acero. De pronto el monolito de piedra ha mostrado estar hecho de barro, mientras que los horrores, las monstruosidades, las mentiras y los absurdos revelados día a día eran aún más increíbles de lo que los más acerbos críticos de entre nosotros habíamos podido manifestar. Sigue leyendo La pulverización del marxismo-leninismo (Cornelius Castoriadis, 1990)

Autogestión y jerarquía (Cornelius Castoriadis y Daniel Mothé, 1974)

Publicado, por primera vez, en el nº 8 de CFDT Aujourd’hui, julio-agosto de 1974.

Vivimos en una sociedad cuya organización es jerárquica, y esto en el trabajo, la producción, la empresa; o en la administración, la política, el Estado; o incluso en la educación y la investigación científica. La jerarquía no es una invención de la sociedad moderna. Sus orígenes se remontan muy atrás, por más que no haya existido siempre y que haya habido sociedades no jerárquicas que han funcionado muy bien. Pero en la sociedad moderna, el sistema jerárquico (o, lo que viene a ser más o menos lo mismo, burocrático) se ha convertido en prácticamente universal. Dondequiera que se dé una actividad cualquiera, ésta se organiza conforme al principio jerárquico, y la jerarquía del mando y del poder coincide cada vez más con la jerarquía de los salarios y las rentas. De tal suerte que la gente casi no consigue ya imaginar que podría ser de otra manera y que ellos mismos podrían ser otra cosa distinta de lo que establece su posición en la pirámide jerárquica. Sigue leyendo Autogestión y jerarquía (Cornelius Castoriadis y Daniel Mothé, 1974)

El papel de la ideología bolchevique en la aparición de la burocracia (Cornelius Castoriadis, 1964)

Este texto fue publicado en enero de 1964 en la revista Socialisme ou Barbarie, numero 35, con el seudónimo de Paul Cardan. Servía de introducción al texto de Akejandra Kolontai  La oposición obrera, publicada en el mismo número de la revista.

El folleto de Alexandra Kolontai La Oposición Obrera apareció en Moscú en 1921, durante la violenta controversia que precedió al XX Congreso del Partido bolchevique y que el propio Congreso debía cerrar para siempre igual que todas las demás.

Aún no se ha terminado de hablar acerca de la revolución rusa, de sus problemas, de su degeneración, del régimen que finalmente ha producido. ¿Y cómo habría de terminarse de hablar? En ella se combinan la única revuelta victoriosa de cuantas ha protagonizado la clase obrera y, además, el más hondo y revelador de todos sus fracasos. El hecho de que la Comuna de París haya sido aplastada en 1871, o la de Budapest en 1956, nos enseña que los obreros insurgentes encuentran problemas de organización y de política inmensamente difíciles; que su insurrección puede encontrarse aislada; que las clases dominantes no retroceden ante ninguna violencia, ante ninguna barbarie cuando se trata de salvar su propio poder. Pero la revolución rusa nos obliga a reflexionar no tan sólo sobre las condiciones de una victoria del proletariado, sino también acerca del contenido y la posible suerte de tal victoria, acerca de su consolidación y su desarrollo, acerca de los gérmenes de un fracaso cuyo alcance sobrepasa infinitamente la victoria de los versalleses, la de Franco en la guerra civil española o la de los blindados de Kruschev. Precisamente porque aplastó a los ejércitos blancos, pero luego sucumbió a la burocracia que ella misma había engendrado en sí, la revolución rusa nos sitúa frente a problemas de una naturaleza muy distinta que la táctica o los métodos de insurrección armada o la apreciación correcta de la relación de fuerzas. Nos obliga a meditar acerca de la naturaleza del poder de los trabajadores y sobre lo que entendemos por socialismo. Justamente porque condujo a un régimen en el cual la concentración de la economía, el poder totalitario de los dirigentes y la explotación de los trabajadores han sido llevados al límite y producido, en suma, el grado extremo de centralización del capital y de su fusión con el Estado, la revolución rusa nos sitúa para comprender la que ha sido, y sigue aún siendo, la forma en cierto sentido más perfeccionada, más «pura» de la moderna sociedad de explotación. Al encarnarse el marxismo, por primera vez en la historia, al hacer en consecuencia ver en tal encarnación un monstruo desfigurado, nos permite entender ese marxismo en la misma o aún mayor medida en que puede ser comprendida por él. El régimen que ha producido ha pasado a ser la piedra de toque de todas las ideas habidas y por haber, tanto -sin duda- las originarias del marxismo clásico como de las ideologías burguesas; ello lo ha logrado a base de echar a perder al primero precisamente al realizarlo y, también, a fuerza de hacer triunfar la más profunda esencia de las segundas, pese a negarlo de continuo. No ha terminado aún, pues, de plantear los problemas más actuales ni de ser la revelación más evidente, a la vez que la más enigmática, de la historia mundial; no ha terminado de hacerlo, en razón de haberse extendido a la tercera parte del mundo, en razón de las revueltas obreras que se han alzado contra su dominio en los últimos diez años, ni tampoco en razón de su actual estallido en un polo ruso y otro chino. El mundo en que vivimos, pensamos y actuamos ha sido puesto en sus raíles en octubre de 1917 por los obreros y bolcheviques de Petrogrado.

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El proletariado como sujeto y como representación (Guy Debord)

El proletariado como sujeto y como representación

Por Guy Debord

«El derecho igualitario de todos a los bienes y placeres de este mundo, la destrucción de toda autoridad, la negación de todo freno moral; he ahí, si descendemos hasta el fondo de las cosas, la razón de ser de la insurrección del 18 de marzo y el programa de la temible asociación que le ha suministrado un ejército.«
Investigación parlamentaria sobre la insurrección del 18 de marzo

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El movimiento real que suprime las condiciones existentes gobierna la sociedad a partir de la victoria de la burguesía en la economía, y lo hace visiblemente tras la traducción política de esta victoria. El desarrollo de las fuerzas productivas ha hecho estallar las antiguas relaciones de producción y todo orden estático se desploma. Todo lo que era absoluto se convierte en histórico.

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Al ser lanzados en la historia, al tener que participar en el trabajo y las luchas que la constituyen, los hombres se ven forzados a afrontar sus relaciones de una forma que no sea engañosa. Esta historia no tiene otro objeto que el que ella realiza sobre sí misma, aunque la visión metafísica última inconsciente de la época histórica pueda contemplar la progresión productiva a través de la cual la historia se despliega como el objeto mismo de la historia. El sujeto de la historia no puede ser sino lo viviente produciéndose a sí mismo, convirtiéndose en dueño y poseedor de su mundo que es la historia y existiendo como conciencia de su juego.

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Afilando las palabras: Comunismo y Comunizacion [Extractos]

Introducción

Asumimos que nos enfrentamos a un inmenso desafío al intentar, desde “dentro del capitalismo”, exponer sus contradicciones una vez que ya no existen márgenes o “afueras” que lo permitan. La tarea de aquellos que apuestan a la abolición de clases se torna mas difícil: como volver a las categorías que reflejan relaciones sociales básicas del capitalismo y permiten comprender nuestra propia practica; desarolladas y enriquecidas desde el propio movimiento del capital con el objetivo de confrontarlas a la verdadera “industria de cada aspecto/detalle de la vida” que amolda el terreno donde experimentamos nuestra vida cotidianamente.

Por eso a continuación extraemos unos fragmentos con definiciones que no pretenden ser dogmas ni pensamiento cristalizado, sino categorías que aluden a elementos presentes en nuestra realidad pero ocultados a modo de volver imposible comprender (y por tanto actuar) la esclavitud asalariada. No hablamos de “inventos” ni “novedades académicas”, tampoco de teorías alejadas de cualquier practica sino mas bien, teorizaciones criticas en torno a elementos fundamentales existentes en la totalidad que llamamos capitalismo. Su exposición tiene como objetivo una vinculación directa con la experiencia, a modo que lo que a continuación presentamos no sea un puro “leer para repetir”, sino una incorporación practica en la conciencia cotidiana, incitadora a la revuelta aquí y allá.

Solo dejar en claro que esto no pretende ser un manual, sino una provocación a un reconocimiento de lo que hacemos con lo que se ha teorizado, a modo de obtener un panorama amplio y rico para comprender mas lucidamente cómo nos explotan y dominan; para en contrapartida continuar ensayando métodos antagónicos a lo existente, sin dejar tiempo para un “momento adecuado”, sino que este es el momento, y lo que hagamos es una lección que requerimos hoy para una sociedad que merece ser destruida antes que esta termine con nosotros.

Fuente: https://gritasalvaje.wordpress.com


Comunismo

sacado de comunismo difuso y otros

“Los conceptos mas importantes y verdaderos de la época son condicionados precisamente organizando alrededor de ellos la mayor confusión y los peores contrasentidos. Los conceptos vitales conocen a la vez los usos mas verdaderos y los mas mentirosos” (Internacional situacionista, 1966)

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Autogestión y política del deseo

Félix Guattari 

Metodologías de ruptura
Una política de autogestión, surgida de un militantismo analítico (o de un análisis militante, como se quiera), solamente podrá establecerse entonces a condición de que sean emplazados instrumentos de semiotización capaces de tratar sistemas de signos sin quedar prisioneros de las redundancias dominantes y de las significaciones de poder. Pero lo que a menudo desorienta a los militantes y a los especialistas de la cosa social, es que su micropolítica de deseo y su material conceptual les hacen perder la semiotización de la economía libidinal del campo social, en tanto que no cesa de desplazar sus intensidades sobre un continuum cuya existencia recusa por adelantado los sistemas de opción cristalizados según una lógica de objetos totalizados, de personas responsabilizadas, de conjuntos cerrados. Si no “acomodan” sobre lo real en ese campo, es, paradójicamente, porque las nociones que manejan son a la vez demasiado generales y no lo suficientemente abstractas1. Los flujos capitalísticos, en efecto, no trabajan con las categorías generales territorializadas (por ejemplo los hombres, las ciudades, las naciones), sino que ponen en juego funciones desterritorializadas que implican los modos de semiotización más abstractos en el orden económico, científico, técnico, etc. Pensar la “modernidad”, en tales condiciones, solo puede significar, según nosotros, una ruptura con todos los sistemas de categorías generales que no hacen más que sobrevolar lo real, que solo consiguen operar un inventario formal de sus elementos pretendidamente originales, supuestamente para organizarlos “lógicamente”, pero de hecho para estratificarlos en pragmáticas cuyas prolongaciones políticas jamás son explicitadas. Pensar la minoría en el orden del deseo presupone un asidero directo sobre la semiotización de un real en acto, dicho de otro modo la fabricación de nuevas líneas de realidades. Las funciones de equipamiento se apoyan sistemáticamente sobre categorías generales que tienden a apropiarse de los procesos colectivos para reterritorializarlos sobre las formaciones de poder, mientras que las funciones de agenciamiento se esfuerzan, por el contrario, en conectar directamente los flujos semióticos a las máquinas abstractas producidas por la desterritorialización de los flujos. La localización de este tipo de conexiones, mediante procesos de diagramatización, nos permitirá fundar mejor la oposición entre la política de los Equipamientos, en tanto que se apoya sobre un régimen de signos que funciona sobre el modelo de la representación, de los representantes de la enunciación, y de los iconos de poder, y la política de los agenciamientos colectivos que funcionan a partir de modos de semiotización que hacen trabajar los signos “directamente” en las cosas, los cuerpos y los flujos de toda naturaleza. En el primer caso, trataremos con interacciones entre objetos, sujetos distintos unos de otros, con una causalidad que opera sobre estratos discernibles; en el segundo, trataremos con interacciones que atraviesan, deshacen los estratos, cristalizan multiplicidades intensivas, polarizan modos de semiotización que ya no son atribuibles, en derecho, a personas individuadas, sino que permanecen adyacentes a constelaciones de órganos, de funciones orgánicas, de flujos materiales, de flujos semióticos, etc.

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